Es importante materializar las virtudes de la relación: responder un mail, una llamada, un gracias, un perdón. Es bueno no exigir a los demás visualizar lo que no es transparente.
Son cuestiones sencillas pero que manifiestan una atención adecuada. Que cada cosa esté en su sitio, supone tener un sitio para cada cosa. Lo externo también manifiesta la jerarquía interna. NuestroS pensamientos y sentimientos no tienen por qué ser claros y visibles para los demás. Incluso el autodominio personal se manifiesta en saber dirigir nuestros actos al bien hacer. Este bien hacer revela de alguna manera nuestro bien ser.
Nuestra relación con las cosas y las personas manifiesta esa jerarquía de valores. La vida es sencilla si tenemos claro el rumbo. «Manos que no dáis, qué esperáis» me decía siempre una amiga. Dar respuesta a preguntas enunciadas. Dar silencio y tiempo a quién lo necesita, es valorar a esa persona. La disculpa de «no hay tiempo» es demasiado común para que nos arrope. Hay quien al final del día acaba agotado, pero agotado de sí mismo; asfixiado de egoísmo difuminado en la prisa de lo efímero.
Todos necesitamos distancia de lo inmediato y silencio para encontrarnos sin miedo. A veces conviene recorrer el camino hacia atrás para resetear conductas. Cultivar la relación con las personas es cuestión de amor concretado en detalles. Tiempo para pensar antes de hacer y ese hacer con otro o para otro, sea un hacer amoroso.
Una carta manuscrita supone detalle; una felicitación navideña a tu dirección postal; una llamada sólo para preguntar ¿cómo estás?; una sonrisa, un abrazo sostenido, un menú sorprendentemente festivo… es la melodía de la amistad, de la familia. Todos nos alimentamos de los detalles que hablan visibilizando el valor que damos a las personas y a las cosas.
Tener detalles, comprar un regalo, sorprender a alguien con algo que sabemos sueña supone trabajo, supone inversión de tiempo y eso es lo que hacemos con aquello que apreciamos.
Si en el ámbito profesional se cultivasen las virtudes de la relación interpersonal la productividad se dispararía.
«Señalar, amenazar, infundir miedo, recordar constantemente que eres débil y vulnerable (en lugar de animar, fortalecer, motivar) se parece más, según el pensamiento de Carlos Llano, a conducir una manada, no al liderazgo de personas» (Humildad y Liderazgo» de Carlos Llano Cifuentes, capítulo 11)
Esto es válido para cualquier tipo de relación. Somos siempre pastor y rebaño. Debemos enfocarnos siempre en las luces y no en las sombras aunque ambas formen parte del cuadro. El amor es luz que hace brillar siempre.