Esta fue la primera foto que me llegó y me hizo sonreír. Que fácil resulta hablar de teletrabajo cuando uno se imagina en su espacio personal, en casa, sin que nadie le moleste, incluso con unos pistachos y una cerveza y también con música de fondo… La realidad habitual no es esta. Cada uno tiene la suya pero cuando uno es familia tiene el hábito de pensar en el bien de los demás. Si hay personas mayores, más o menos perdidas, a las que todo este ruido del coronavirus les aturde… Si hay niños pequeños que todavía no son capaces de un trabajo autónomo y cuando se aburren pueden subirse por las paredes fantaseando con un rocódromo personal, todo esto exigen de los adultos un esfuerzo que sólo aliviará el amor.
«La familia es el mejor ejemplo de unidad en la diversidad. Es el espacio humano y humanizador por excelencia, donde cada cual recibe lo que necesita en su medida y es respetado en su singularidad cohesionada con el bien común» (El Yo y sus metáforas) En la familia se aprende a dar y a recibir. La prioridad está en el recibir cuando todavía no sabemos qué dar o no tenemos capacidad de iniciativa Pero se aprende ser agradecido y como un baile melodioso se van conjugando, sin solaparse, las diferentes acciones.
Los padres toman la iniciativa y enseñan más por lo que son que por lo que dicen. Lo que son, ese «ser familia», se manifiesta en el hacer cohesionado de modo habitual. Esa acción educativa es, debe ser intencional y, la mayor parte de las veces, exige donación y sacrificio alegre, por este motivo el sentido del humor ayuda a desengrasar situaciones que por sí mismas no son placenteras por su intensidad y urgencia.
Una familia con una jornada laboral intensa fuera de casa, con cuatro hijos pequeños, muy pequeños, pero que han logrado encuadrar sus diferentes tareas, y de repente, el mundo se vuelve del revés y ese sentido del humor habitual acude en su ayuda. Ejercitarlo a diario de modo intencional con un objetivo educativo no es sencillo. Os comparto las fotografías que me han enviado para hacerme sonreír. Creo que no puedo quedármelas. Merecéis este obsequio.
Hablar de sentido del humor es fácil. Vivirlo a diario exige mucho amor y esto es lo que se capta en estas fotografías. El amor con «h» tiene nombre propio.
Creo que en esta familia nadie olvidará la cuarentena y las ocasiones de aprendizaje que les ha brindado. Gracias por compartir parte de esa intimidad familiar.