La libertad se actualiza en el amor, la decisión más humana, y el amor lo hace en el perdón, que es la donación más excelsa. El amor nos hace únicos, como dice el Principito en el diálogo con el zorro: «si me domesticas yo seré único para ti y tu único para mí…». Se hacen presentes los pronombres personales: yo, tú, contigo, conmigo, nosotros…
El que tiene un amigo está salvado. Esta verdad que todos hemos experimentado nos ayuda a emprender, con seguridad, los retos que la vida misma nos propone. Cada día es una tarea a desarrollar desde la creatividad personal y en función del bien personal y el bien común. Saberse amado es el mejor regalo. Esta experiencia personal la vivimos, primero en la familia y es el espacio privilegiado donde crecemos seguros y por lo mismo emprendemos con alegría la ruta de las 24 horas diarias. Esa seguridad que da el amor familiar no se puede sustituir con nada que se le asemeje. Nos sabemos frágiles, llenos de carencias y con paso, muchas veces, tembloroso hacia nuestro destino pero también sabemos que el amor de los nuestros no está sujeto al éxito o fracaso de lo que emprendemos. Se nos ama por quienes somos. No se nos quiere más por el éxito; ni se nos quiere menos por el fracaso. Éxito y fracaso se combinan rítmicamente en cada tarea personal sin depender del rol familiar que tengamos. Amamos a la persona y somos amados como tal, combinando luces y sombras.
El perdón es la cara más bonita del amor. Es una decisión personal que actualizamos con facilidad en el hogar. En ese ambiente luminoso y cálido, aprendemos sin demasiado dolor a pedir perdón y a perdonar; a buscar disculpas y no culpables. A reiniciar nuestro corazón y fortalecerlo con la limpieza que da la mirada amorosa de los míos siempre instalados en mi luz para que no la olvide.
Esta tarea es una gimnasia emocional que nos ayuda a alcanzar la elasticidad necesaria en el encuentro diario con los ajenos. Aprendemos primero en el colegio, ese micromundo, plataforma de entrenamiento, luego en los diferentes ámbitos, académicos o no: la universidad, el trabajo profesional… Aprender a trabajar solo y en equipo, a respetar ideas opuestas sin provocar heridas. A saber escuchar y ser asertivo. Todo esto es fruto de la educación recibida en el hogar. No son exactamente habilidades, aunque también, pero el amor es sapientísimo y descubre el mejor modo de relacionarse con el entorno personal y profesional.
Hay personas que han hecho cursos, talleres etc de relaciones humanas, de habilidades sociales pero quedan reducidas a estrategias enfocada a la consecución de objetivos que, al no ser alcanzados, pueden producir la asfixia del paraqué vació y volverse tóxicas; si esto ocurre, esas mismas habilidades aprendidas se convierten en instrumento de manipulación.
La amistad es una decisión cualificada. Ayuda a caminar. No hay vida lograda sin amigos. La soledad no es lo propio del ser humano. Puedo buscar una soledad sonora que llena mi alma de esperanza pero la soledad vacía es un asesino atrincherado en nuestros límites no aceptados.
Cuando la amistad se enferma y ocurre cuando nuestro defectos personales ahogan los anhelos del corazón humano , es necesaria la decisión valiente de una conversación profunda. Esa conversación debe ser sencilla de corazón a corazón, sin miedo y sin reclamos por pagar, siempre hablando de la herida pero para curar y limpiar, suturar y volver a recomenzar. Las expectativas falsas y desconocidas dañan las relaciones. Muchas veces herimos por desconocimiento o superficialidad. Otras herimos por precipitación o falta de una mirada atenta.
La amistad exige por sí misma la reciprocidad. El camino es empezar siendo el mejor amigo que se pueda tener.
El que tiene un amigo está salvado.,